martes, 21 de diciembre de 2010

FICCIONES



Entraste por la puerta de la noche
(sus goznes enmohecidos chirriaban
con pesar la herrumbre de los tiempos),
agotado el tránsito de las calles,
la trama infame de los pasos.

Llegabas de otra noche muy lejana
a contemplar el brillo de tu rostro.
Querías apresar su antiguo fulgor,
la luz exquisita de sus horas.
Querías conquistar vuelos perdidos,
el mirar hacia ti de tu mirada.

En el aire de la sala
la conocida ficción de los espejos
te devuelve la realidad de la sombra,
un vaho saturado de humos insalubres
donde tu voz apenas alumbraba.

Y mi rostro, y tu rostro, y su rostro,
convergieron en el rostro marchito
de la muerte.


Del libro En la deriva del tiempo. I Premio del Certamen Ciudad de Trujillo 2001

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