miércoles, 29 de diciembre de 2010

SÁBADO TARDE EN EL PINAR


Entregamos los pies a la ventura,
las flores de arena, los tomillos,
el cantueso que no cede su aroma
a los estragos de la sed,
y ese crujir de la hojarasca,
amable precursora del otoño.
Más abajo, oscuros manantiales
escriben los senderos del agua,
conducen la memoria hacia el pasado.
“Te enseñaré el prodigio
de su arduo alumbramiento:
gotas que ascienden como empujadas
por mano de la tierra,
por raíces con vocación de tallos;
te enseñaré el origen del poema,
el vientre en que se gestan las palabras,
su fluir por los aliviaderos del alma
hacia un cauce de verdor, y sus pájaros,
con melodías de agua y piedra”.

Me enseñaré a mí mismo lo observado,
esa primera vez que cautiva el mirar,
y así los recuerdos serán nuestros.
El agua que se va nos saciará mañana,
tan fresca como ahora,
tan nítido el canto, su melodía,
cuando el soñar nos lleve a su ribera.


Publicado en la revista de Artes y Letras “Luces y sombras”
Diciembre 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

FICCIONES



Entraste por la puerta de la noche
(sus goznes enmohecidos chirriaban
con pesar la herrumbre de los tiempos),
agotado el tránsito de las calles,
la trama infame de los pasos.

Llegabas de otra noche muy lejana
a contemplar el brillo de tu rostro.
Querías apresar su antiguo fulgor,
la luz exquisita de sus horas.
Querías conquistar vuelos perdidos,
el mirar hacia ti de tu mirada.

En el aire de la sala
la conocida ficción de los espejos
te devuelve la realidad de la sombra,
un vaho saturado de humos insalubres
donde tu voz apenas alumbraba.

Y mi rostro, y tu rostro, y su rostro,
convergieron en el rostro marchito
de la muerte.


Del libro En la deriva del tiempo. I Premio del Certamen Ciudad de Trujillo 2001

sábado, 18 de diciembre de 2010

ÁRBOL


Me gusta ser árbol,
porque reúno en mí las estaciones,
y dejo que me brote primavera
donde sembró el invierno humillación.
Es entonces cuando mi luz
proyecta la sombra más profunda,
la que ampara las vidas en su abrazo;
es entonces cuando me ofrezco
a la codicia de los pájaros,
frutos que brotaron al tiempo que las hojas
y entre ellas dan curso a sus instintos:
generosidad trae abundancia,
y al cabo me lo pagan en conciertos.
Y me gusta ser árbol del otoño,
porque es lugar donde su ocaso
se torna grana y oro en las miradas,
premonición que se adelanta al fuego.
Me encanta ser árbol por más cosas,
porque me hallo ahí, sin decir nada,
sin preguntar las causas del prodigio
que hace correr la savia por mis tallos,
y me yergo cual símbolo
que no se jacta en vano de su altura.
Pero me gusta ser árbol, sobre todo,
porque después de muerto en mi madera
aún me quedará esa gloria
de ser rescoldo vivo que alimente
las estancias más frías de la noche.


Leído en la celebración del I Día Internacional de la Poesía en Segovia, 2010


http://www.youtube.com/watch?v=fKgE4qc-_Sc





jueves, 16 de diciembre de 2010

LOS PERROS DEL SUEÑO


Es la noche la que ordena
ladrar a sus perros,
la que no concede a sus fauces
el reposo.

Los aullidos lamen el cristal
en la ventana del sueño.

Los aullidos salpican
en mi agitación su ponzoña.

Y mi sueño ya no quiere más noche.
Reclaman sus banderas el amanecer,
las colchas ornadas con mil flores,
súbita primavera, alborozo
que rompe pedernal con pedernal,
exaltación de voces muy antiguas.

Y lo que aúllan los perros,
la baba de sus lenguas, su agonía,
lo callará la noche,
en mis luces más negras estragada.


[PUBLICADO EN LITERARY REWIEW, Nº 45]

miércoles, 15 de diciembre de 2010

DESTINOS


Se alejaba. Los ojos adelante,
la mirada hacia atrás, como un incendio
que perdura en las brasas;
el rostro entre los vidrios, transparente,
por el que cruzan árboles desnudos,
igual que una tristeza, tan veloz…

Iba en el tren leyendo su poema.
Hablaba de desiertos muy lejanos,
hablaba de distancias que volvían
de nuevo a la epidermis,
con recuerdos que nunca se olvidaron.
Hablaba de las horas sin final
que viajan por los trenes del cansancio.
Las palabras morían en su boca,
donde ganaron vida y ascendieron
en frenesíes llenos de nostalgia;
lo mismo que se izaron los vencejos
a las copas rosadas de la tarde.

Absorta en los cristales que reflejan
un cielo disfrazado de alegría,
follajes de silencios rumorosos,
cordilleras veladas por un glauco
prendido en el sentir,
escucha que sus labios van diciendo…

El que se marcha para no volver
no forma muchedumbre entre los ruidos,
la calma o la ansiedad,
la espera emocionada y el dolor
que atraviesan la huida;
todas sus posesiones en la mano,
indecisa y oscura.

Con billete de vuelta en su horizonte,
el que se marcha permanece aquí,
es uno más entre la multitud
que puebla los andenes;
no puede ser distinto el que conserva
encendidas las brasas del hogar,
las palmas del adiós en carne viva,
en el aire felices las banderas.

Siempre morará el tren en la memoria
del viajero que todo lo ha perdido:
la fortuna, los años, el amor,
el tiempo de tristezas y alegrías.

Pero aquel que retorna lo convierte
en sonidos, abrazos, muchedumbre,
preguntas que conocen las respuestas.

Cuando las lágrimas surcan el rostro
del que sabe que ya no esperará
los rugidos del tren en la estación,
el dolor derramado es verdadero,
y aquel que lo descubre se retira
y pena su derrota.
Nadie llora las lágrimas del otro,
la sal de la alegría no hace duelo,
y aquel que las descubre las rechaza,
sin preguntar por qué, sin discernir
las razones del triunfo.


Se alejaba. Los ojos hacia atrás,
hacia delante ahora la mirada.
Iba en el tren leyendo su poema.
No hablaba ya de trenes y destinos,
buscaba el esplendor de los ocasos,
las nubes encendidas, la penumbra
que la luz disolvía en sus entrañas.

Iba en el tren viviendo su poema
(hablaba de desiertos…),
y se encontró perdida entre sus bosques.
Ignora por qué dijo el que le hablaba:
“Los ríos solitarios, las veredas
calladas de la infancia, los reciales
que dan voz a las aguas, la espesura
donde mana la sed del ruiseñor”.

Entonces comprendió
que era el mismo lugar al que volvía
una noche tras otra en cada sueño.

La singladura dio por terminada.


Publicado en edición digital, colectiva, como finalista del IV Premio de Poesía “El verso digital”
SUSPENSE

(Despedida)


Y con la luz se va el sonido.
El silencio es ahora como un vientre
en que germinan
las voces oscuras de los sueños,
un útero sin forma donde las aves
tienden sus vuelos al descanso.

Desposeído el aire de armonía,
los cuerpos fluyen hacia el lecho,
para ser noche absoluta
en ese vientre protector
que se niega a respirar la sombra,
cuando somos ya en la luz
un recuerdo perdido en la tiniebla.




Del libro En la deriva del tiempo. I Premio del Certamen Ciudad de Trujillo 2001
SUSPENSE

(Advenimiento)


Adivinas la luz
por otro silencio que prende
en el aire, por el sonido
que adviene, inaudible,
al mar de somnolencias
y se abre a los espacios
en el piar temprano de las aves,
quedas entre el follaje de los árboles.

Luz que aún es presentida claridad,
alba de memoria,
símbolo arcano de la vida,
el manto que confiere a los objetos
a p a r i e n c i a.


Del libro En la deriva del tiempo. I Premio del Certamen Ciudad de Trujillo 2001
CORRIENTE



Lo que fluye entre orillas no es un río,
ni es un hombre el que cuida su ribera,
es el ayer quien muerde en la madera
royéndola con terne desafío.

Tiempo sin voz que siempre será mío,
pues aún brota en mí su primavera,
el olor del cantueso y la verguera,
el eco que murmura en lo sombrío.

Ignoro si es la misma su corriente,
el lecho en que dormitan sus arenas,
o el verdor que en la margen se hace sombra.

Mas, también la mirada es diferente,
y la sangre que trota por las venas,
como es otro el silencio que la nombra.

        Emiliano de Lucas

El poema obtuvo el Premio Río Henares 2008, convocado por
la Diputación de Guadalajara