martes, 15 de febrero de 2011

ABUELA...


febrero es un buen mes para morir,
un suspiro apenas en el calendario,
que acosa los postigos y hace temblar
las aldabas con su viento,
el mismo viento que mueve la angustia
desde la memoria y la hace crecer
en el presente, sin que podamos gobernarla.

Imagina la muerte en primavera,
cuando las flores llenan la mirada,
y el verde de los trigos es ese mar
de límites precisos por donde navega el sustento.
O en el verano, con la luz del mediodía
alargando su esplendor hasta las horas
del sereno, pausadas en la conversación
que hace brotar la hierba del recuerdo.

Y más adelante, al borde del otoño-
tiempo en que el pensar se hace nostalgia,
dulce a veces-, cuando las huellas amadas
emprenden el adiós, y queda en el espacio
un doloroso vacío, terrazgo
donde la soledad germina frutos vanos.

Mejor ahora, con tiempo de ventisca,
con este airón amenazando los quicios
y la nieve agolpada en los portales.
Mucho mejor la muerte ahora,
con tanto frío ahí en la calle
que da gusto morirse entre sábanas
de holanda, con las manos ateridas
buscando el rescoldo de otras manos,
para no ver así los copos del hambre
sembrando la desazón en la tierra,
ni escuchar un viento que nunca retrocede,
por más que amurallemos los sentidos.



Ganador del Primer Premio “El Yantar de Pedraza” 1993

1 comentario:

  1. Precioso y conmovedor poema. Y qué cierto; mejor dejar la vida cuando lo de fuera es frío e inhóspito y no cuando florece la vida. Seguiré disfrutando poco a poco de tu obra. Un saludo

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